Un sueño suelto; final sin final.

Sólo la compañia de la luna en las noches más oscuras y tristes le permitían un respiro a su tenue existencia. Su corazón dejó de hablar, ya no quería decir nada; razón decidió callarse, sabía que no escucharía, que haría oídos sordos. Ya era tarde, supusieron.
Advertían por las calles más solitarias de Berlín que fue su corazón el que había resultado herido en la guerra, desconocían que había sido su alma la que había muerto en batalla. Todo por amor, parecía ser irónico. Ignoraban que era una historia poco corriente, se trataba de una historia de cuento, aunque no de uno feliz precisamente, era una de esas historias que te dejan sin palabras. Sin final determinado; final sin punto. Una crónica que sólo recordarían sus protagonistas. Una anécdota. Una leyenda.

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