Alusión omisa.


Para qué engañarnos, anhelaba romperse, hacerse pedazos, tener razones para perderse, razones que sobraban para desaparecer. Estúpido, solo así creía sentirse vivo. Era su forma de dejar aquello de los nudillos rotos y la sangre de la pared. Suplicó mil veces, << Destrúyeme, acaba conmigo, hazme polvo y sopla>>.

Pudiste salvarlo, joder.

Taciturno, calificó su vida como una autodestrucción constante causada por una guerra interna que le obligaba a consumirse.  Dando tumbos por las calles que, habiendo sido testigos de las más sinceras sonrisas, ahora solo eran un camino indeterminado por un reguero de lágrimas que cegaban un objetivo claro. Tumbos sin sentido, ni se entendía ni quería entenderse, ¿para qué?

<< No quise hacerte daño y terminé por jodernos a los dos. No sé si algún día lo entenderás, no sé siquiera si quieres comprenderlo o si te preocupas por que juegue en el límite del precipicio, creo que ya no… - Quiero tirarme, joder si quiero…- Dejé de ser tanto para que descubrieras que siempre fui tan poco, o nada.  Después de tanto sigo pensando, joder, si me hubieras querido incluso entonces, tan roto y confundido, hubiera puesto el mundo a tus pies. O quizá no, y es que ahora no quiero más que destruirlo, quemarlo y verlo arder, disfrutar de una efímera libertad que en realidad, sé que nunca sentiré. >>

Quiso contenerse, no supo ser él.
Él y su absurda manía de escribir con un bolígrafo sin tinta en un papel mojado. Suspiraba por dejar de verla en sus versos, pero cada Jueves retumbaba en su pecho como en un inmenso abismo al que, por alguna razón, quiso ponerle su nombre. Prometió no escribir un verso más, ni una palabra. Promesas rotas que, en el fondo, no le importaba romper.
Ansiaba creer de verdad que no la quería, joder, no había querido nunca a nadie. No supo querer, nunca se le dio bien, nunca le enseñaron, jamás quiso aprender lo que era querer a alguien más que a uno mismo, << ¿para qué?>>. Le aterraba la idea de que alguien pudiera destruirlo con tanta facilidad. Quién lo iba a pensar. Fue testigo de muertes por amor.
Qué imbécil, se repite. Se excusa tras decir que era lo mejor para los dos, que ella merecía más y él no merecía tanto. Iluso, dejó su bipolaridad escrita en papel de liar; el amor-odio hacía su recuerdo, ¿por qué?, porque la quiso, porque la quiere; odió amarla cuando ya la había perdido, cuando una parte de sí mismo le guarda rencor por pronunciar palabras que los dos sabían que no sentían o por gritar en silencio aquellas que sentían demasiado. “El amor se nos quedó grande”. Necesitaba todo aquello que le dio a personas que no se lo merecían, ella se merecía todo lo que él ya no tenía dentro. Apareció cuando ya estaba vacío y frío.

<< Las más bellas melodías las compuse con mis dedos acariciando tu cintura. >>

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