El brote.

 Esbozo un difuso paisaje...
No hay aves que adornen el aire
y acallen afables con canciones
las persistentes voces de nadie.
No quedan flores, ni árboles...
La putrefacción que se respira
es palpable incluso para la vista
y ni el sol se atreve a adentrarse
en la cárcel de smog que lo envuelve.
Tan sólo un nimio brote se yergue
temeroso de perderse en la superficie
que se erige en este difuso paisaje.
Testigo y recluso;
Peligro y certidumbre.
Ya nada puede liberarle
mas que el tiempo
y ni entender esto
está a su alcance...
Pero no le culpen,
él no es culpable, sólo inconsciente.
Tanto como los hombres
que aluden a su suerte
creyendo salvarse de ellos.
Que buscando rozar el cielo
llenaron sus pies de nubes y escombros.
Que sucumben arrogantes y orgullosos
al copioso deseo de poseer
hasta ser ellos las posesiones de sus deseos
y su propio desastre a la vez.
¿Y quién calmará su sed
si todo su ser está desierto?
Tan sólo ellos son los culpables
de que ahora brote sin opciones
mientras el mundo se extingue
por pensar más en los frutos
que en sus raíces.
Por esperar la gota que les sacie
sin contar la que colme.
Y al final el vaso se rompe,
sus cristales se esparcen
y sólo queda un río de sangre
que jamás entendió de cauces,
pero aún así fluye.
Y sin ser más que un esbozo sin norte,
recreo de nuevo aquella imagen
y vuelvo a preguntarme:
¿Qué culpa tendrá el brote
por este difuso paisaje?

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