Perdieron la brújula, se encontraron sin norte.



'No quiero que vuelvas jamás' fue lo último que dijo mientras contenía las lágrimas en su interior queriendo parecer impasible, resultó todo irónico siendo, en realidad, las palabras lo único que allí parecía sobrar. Decidió dejar de respirar unos segundos, necesitaba morir para no sentir como todo lo que ella provocaba en él le impactaba con tal fuerza en el pecho. Debía contenerse mientras la admiraba alejarse entre la semioscuridad de aquel lugar en que un día tropezaron.

Sólo podía ser así... porque él no la miraba sin más, él no la observaba, él lo único que supo hacer desde el primer día fue admirarla tal y como era ella, tan...indescriptible a su manera; perdió sin darse cuenta un poco de cordura cuando descubrió que no existían adjetivos suficientes para describirla, era algo que llegó a adorar, tanto como le pudo llegar a gustar provocar esa sonrisa cuando le susurraba al oído que, sin ella, París dejaba de ser tan bonita. Su mayor debilidad terminó por ser aquel cielo que le fue devuelto, albergado en el iris de sus ojos azules, aunque ella sabía reprochárselo cuando le recordaba que si los días lluviosos volvían tan bonitos como sus ojos grises, viviría eternamente en días de lluvia.

Aquella situación podía con él, aquella situación hizo desmoronarse al castillo que ella había construido y guardaba en su corazón para los dos, para el cual él era la llave. Aquello podía con cualquiera, sentía perderse más que a sí mismo cuando tuvo que perderla a ella. Nada de lo que pudo haber dicho podía doler tanto como esas palabras, "no quiero que vuelvas...", nada albergaba tanta mentira. Quiso gritar tan fuerte que la quería que no llegó a pronunciar palabra. Vio desvanecerse entre la oscuridad su silueta como el puñado de arena se escapa entre los dedos de una mano, aquello se convertiría ahora en su último recuerdo; todo pareció perder el sentido, la razón y la dirección. Sintió tan dentro como su vida se convertía en ruinas, aquello ya no era vivir. Pareció acabarse la vida con aquella pequeña historia, si acaso podía determinarse el final en su principio. 

Todo aquello llegó a suceder por una razón muy sencilla y demasiado compleja a la vez, su crédula idea de que ella estaría mejor lejos de él, quizá tenía razón. O al menos eso quiso pensar él. No se permitiría que la idea de que aquello pudiese convertirse en un error rondase los inestables límites de su mente, como la anarquía mental que evitaba que cualquiera pudiese percibir.
Nadie llegaría nunca a comprender lo que en realidad sucedió...






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